¡Por fin llego la primera puerta grande! Alejandro Talavante, de "Chenel y oro" como nos enseño desde la habitación del hotel en su twitter, volvió a su mejor versión y las musas estuvieron presentes en el coso madrileño. Hace mucho tiempo, quizá desde la vuelta de José Tomás allá por 2008 que no veía tan entregada y entusiasmada a la plaza venteña con una faena. La gente en pié una vez se tiro a matar y pañuelos al viento para requerir las dos orejas que se llevó el extremeño, más que merecidas.
Talavante que venía de una tarde sosa y sin lucimiento, la del día 15, volvió ayer a su mejor versión, más que su mejor versión, una nueva y mejorada versión de la anterior. Empezó gustándose con el recibimiento y aunque lucido, no fue nada espectacular. El tercio de varas muy criticado por el respetable, pero vamos a lo que importa...
Talavante comenzó en los medios, dando distancia y recibiendo con la derecha una buena tanda al mejor Ventorrillo, a partir de ahí se vieron buenas maneras y entendimiento entre ambos, toro y torero, total comunión. Una vez el torero se echó la muleta a la mano izquierda, ¡¡¡su mano izquierda!!! Empezó el alboroto, la dejadez de su cuerpo y alma en manos de la muleta, la escultura artística en directo, sin engaños; y aunque el toro, que se coló, y a punto estuvo de atropellarle, se rehizo Talavante, y le pego dos tandas de naturales de esas que valen una tarde, dos tandas despacio, muleta en tierra, arrastrando, con temple, con profundidad. Y solo era el principio...
Talavante roto, disfrutando, sonriendo como hace cuando está a gusto jugándose la vida, realizó una faena de esas que costará olvidar, más naturales, toreo en redondo, trincherazos de cartel, y circulares siempre templados y profundos muy profundos. Para finalizar la obra de arte, Alejandro terminó con ceñidas manoletinas al galope, también de lejos y los medios, y aguantó estoico las embestidas y algún que otro susto del burel. Para finalizar se llevó al astado a tablas y una vez cuadrado se tiró con el alma al encuentro, ¡hasta la bola! y rodado cayó el gran Ventorrillo que según mi punto de vista habría que haberle concedido la vuelta al ruedo.
Talavante que venía de una tarde sosa y sin lucimiento, la del día 15, volvió ayer a su mejor versión, más que su mejor versión, una nueva y mejorada versión de la anterior. Empezó gustándose con el recibimiento y aunque lucido, no fue nada espectacular. El tercio de varas muy criticado por el respetable, pero vamos a lo que importa...
Talavante comenzó en los medios, dando distancia y recibiendo con la derecha una buena tanda al mejor Ventorrillo, a partir de ahí se vieron buenas maneras y entendimiento entre ambos, toro y torero, total comunión. Una vez el torero se echó la muleta a la mano izquierda, ¡¡¡su mano izquierda!!! Empezó el alboroto, la dejadez de su cuerpo y alma en manos de la muleta, la escultura artística en directo, sin engaños; y aunque el toro, que se coló, y a punto estuvo de atropellarle, se rehizo Talavante, y le pego dos tandas de naturales de esas que valen una tarde, dos tandas despacio, muleta en tierra, arrastrando, con temple, con profundidad. Y solo era el principio...
Talavante roto, disfrutando, sonriendo como hace cuando está a gusto jugándose la vida, realizó una faena de esas que costará olvidar, más naturales, toreo en redondo, trincherazos de cartel, y circulares siempre templados y profundos muy profundos. Para finalizar la obra de arte, Alejandro terminó con ceñidas manoletinas al galope, también de lejos y los medios, y aguantó estoico las embestidas y algún que otro susto del burel. Para finalizar se llevó al astado a tablas y una vez cuadrado se tiró con el alma al encuentro, ¡hasta la bola! y rodado cayó el gran Ventorrillo que según mi punto de vista habría que haberle concedido la vuelta al ruedo.
Foto Juan Pelegrín en Flickr
Ficha del festejo
Plaza de Madrid. Séptima de Feria. Lleno. Toros de El Ventorrillo. Desiguales.
El Cid (azul noche y oro): pitos y silencio.
Miguel Ángel Perera (carmesí y oro): silencio tras aviso y silencio.
Alejandro Talavante (lila y oro): dos orejas y silencio.
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